Confía en ti mismo
La confianza
sólo es posible si primero confías en ti mismo. Lo fundamental ha de ocurrir
primero en tu interior. Si confías en ti mismo, podrás confiar en los demás, en
la existencia, pero si no es así, no hay posible confianza en nada.
Y
la sociedad destruye la confianza desde la raíz misma. No te permite confiar en
ti mismo. Enseña otro tipo de confianza: en los padres, en la iglesia, en el
estado, en Dios... ad infinitum. Pero la confianza básica se destruye, y las
demás son pura farsa, como flores de plástico, porque no tienes raíces reales
para que crezcan flores de verdad.
La
sociedad lo hace a propósito, porque una persona que confía en sí misma le
resulta peligrosa: la sociedad depende de la esclavitud, ha invertido demasiado
en la esclavitud. Quien confía en sí mismo es independiente. No se puede
predecir qué va a hacer, porque actúa libremente. La libertad es su vida.
Tendrá confianza cuando tenga sentimientos, amor, y su confianza será
tremendamente intensa y verdadera, estará viva, será auténtica. Y entonces
estará dispuesto a arriesgarlo todo por ello, pero solo cuando lo sienta,
cuando sea verdadero, cuando mueva su corazón, cuando mueva su inteligencia y
su amor. No se le puede obligar a creer sin más ni más.
Esta
sociedad depende de las creencias. Su estructura se basa en la autohipnosis, en
crear robots y máquinas, no personas. Necesita personas dependientes, hasta tal
punto que siempre les hace falta ser tiranizadas, hasta tal punto que buscan y
encuentran a sus tiranos, a sus Hitlers, Mussolinis, Stalins y Mao Tse Tungs.
Esta tierra, ésta maravillosa tierra, la hemos convertido en una gran prisión.
Unas cuantas personas ansiosas de poder han reducido la humanidad a una masa.
Solo se permite existir a quien adquiere compromisos estúpidos.
Decir
a un niño que crea en Dios es una completa estupidez, no porque Dios no exista,
sino porque el niño aún no ha experimentado la necesidad, el anhelo, porque aún
no está preparado para ir en busca de la verdad, de la verdad última de la
vida. Aún no tiene madurez suficiente para preguntarse sobre la realidad de la
existencia. Esa historia de amor ocurrirá algún día, pero solo si no se le
impone ninguna creencia. Si se le convierte antes de que haya aparecido su sed
de conocer, de explorar, pasará toda su vida de una forma falsa, en una pseudo vida.
Sí,
hablará de Dios, porque le han enseñado que Dios existe. Se lo han contado con
gran autoridad personas que ejercieron gran influencia durante la infancia: sus
padres, los sacerdotes, los profesores. Se lo han contado y tiene que
aceptarlo; es una cuestión de supervivencia. No podía decir no a sus padres,
porque sin ellos no habría sobrevivido. Corría demasiado peligro al decir no;
tenía que decir sí. Pero sus ojos no dicen la verdad.
¿Cómo
pueden decir la verdad? Dice que sí solo por una cuestión de política, de
supervivencia. No has hecho de tu hijo una persona religiosa; lo has convertido
en un diplomático, en un político. Has saboteado su potencial para que llegue a
ser un auténtico ser humano. Lo has envenenado. Has destruido la posibilidad
misma de su inteligencia, porque la inteligencia solo surge cuando surge el
deseo de conocimiento. Y en este caso, ese deseo no surgirá, porque antes de
que la pregunta se haya adueñado de su alma, ya se le ha dado la respuesta.
Antes de que tuviera hambre, se le obligó a comer. Y ahora, sin hambre, no
puede digerir esa comida que le metieron a la fuerza; no tiene hambre para
digerirla. Por eso la gente vive como tuberías por las que pasa la vida como
comida sin digerir.
Hay
que ser muy pacientes con los niños, tener cuidado de no decir nada que
obstaculice el surgir de su inteligencia, para no obligarlos a ser cristianos,
hindúes o musulmanes. Se necesita una paciencia infinita. Un buen día ocurre el
milagro, cuando el niño empieza a preguntarse. No le des respuestas ya hechas.
Estas respuestas no sirven de nada; son absurdas. Debes ayudarle a ser más
inteligente. En lugar de ofrecerle respuestas, ofrécele situaciones y retos, de
modo que se agudice su inteligencia y plantee preguntas más profundas; así las
preguntas llegarán al centro mismo, se convertirán en cuestiones de vida o
muerte.
Pero
eso no se permite. Los padres tienen miedo, y también la sociedad. Si se
permite que los niños sean libres, ¿Quién sabe? quizá no vuelvan al redil al
que pertenecían los padres, quizá no vayan nunca a la iglesia, católica,
protestante o lo que sea. ¿Quién sabe qué puede ocurrir cuando sean
inteligentes por sí mismos? Ya no estarán bajo tu control, y esta sociedad
utiliza una política cada vez más complicada para controlar a todo el mundo,
para poseer el alma de todo el mundo.
Por
eso, lo primero que tienen que hacer es destruir la confianza: la confianza del
niño en sí mismo, la seguridad en sí mismo. Tienen que hacerle miedoso e
inestable. Si tiembla, se le puede controlar, mientras que si tiene confianza
es incontrolable, tratará de imponerse y de seguir su camino. No querrá seguir
el camino de otros. Realizará su propio viaje y no satisfará los deseos de
viajar de otros. No será un imitador ni una persona aburrida, muerta. Tendrá
tanta vida, tal pulsión de vida, que nadie podrá controlarlo.
Si
destruyes su confianza, le castras. Le arrebatas su poder, y así siempre será
impotente y necesitará a alguien que le domine, le dirija y le dé órdenes. Será
buen soldado, buen ciudadano, buen nacionalista, buen cristiano, musulmán o
hindú.
Sí,
será todo eso, pero no un verdadero individuo. No tendrá raíces, vivirá
desarraigado toda su vida. Y vivir sin raíces significa llevar una vida desgraciada,
infernal. Los árboles necesitan raíces en la tierra, y las personas son como
árboles que necesitan raíces en la existencia, pues si no llevarán una vida sin
inteligencia.
Hace
unos días, leí lo siguiente: tres médicos, viejos amigos, se encontraron cuando
estaban de vacaciones. En la playa, al sol, se pusieron a fanfarronear. Uno
dijo:
—Me trajeron a un hombre que había perdido las
dos piernas en la guerra. Le puse piernas artificiales, y fue un milagro. ¡Es
uno de los mejores corredores del mundo! Tiene muchas posibilidades de ganar en
los próximos Juegos Olímpicos.
Otro
dijo: —Eso no es nada. A mí me trajeron a una mujer que se había caído del
trigésimo piso de un edificio, y le quedó la cara completamente destrozada.
Hice un trabajo excelente de cirugía estética. Y el otro día me enteré por la
prensa de que es Miss Universo.
El
tercer médico era un hombre modesto. Los otros dos le miraron y preguntaron: — ¿Qué has hecho últimamente? ¿Alguna novedad?
Respondió:
—Nada especial... y además, no se me permite hablar sobre ello. A sus dos
colegas les picó la curiosidad e insistieron: —Pero somos amigos; guardaremos
el secreto. No te preocupes, que no trascenderá.
Así
que dijo: —Vale. Si me lo prometéis... Me trajeron a un hombre que se había quedado
sin cabeza en un accidente de tráfico. Yo no sabía qué hacer. Salí al jardín
para pensar, y me encontré una col. Como no vi nada más, le puse al hombre la
col en el lugar de la cabeza. ¿Y sabéis qué? Pues que ese hombre es ahora el
presidente de Estados Unidos.
Se
puede destruir a un niño, pero de todos modos puede llegar a presidente de
Estados Unidos. No existe ninguna imposibilidad inherente de triunfar sin
inteligencia. Aún más: resulta más difícil triunfar con inteligencia, porque la
persona inteligente tiene inventiva. Siempre se adelanta a su tiempo, y se
tarda tiempo en comprenderla.
Se
entiende con facilidad a la persona no inteligente. Encaja en la Gestalt de la
sociedad, que tiene sus valores y criterios para juzgarla. Pero la sociedad
tarda años en valorar a un genio.
No
digo que una persona sin inteligencia no pueda alcanzar el éxito o la fama,
pero seguirá siendo falsa. Y eso es lo triste: que puedes hacerte famoso, pero
si eres falso, también serás desgraciado, no conocerás las bendiciones que te
puede deparar la vida, nunca las conocerás. No tienes suficiente inteligencia
como para saberlo. Nunca verás la belleza de la existencia, porque no tienes
sensibilidad para conocerla. Nunca verás el auténtico milagro que te rodea, que
se cruza en tu camino de millones de formas distintas cada día. Nunca lo verás,
porque para verlo necesitas una enorme capacidad de comprender, de sentir, de
ser.
Esta
sociedad está dominada por el poder. Es una sociedad completamente primitiva,
bárbara. Unos cuantos —políticos, sacerdotes, catedráticos— dominan a millones.
Y esta sociedad está dirigida de tal manera que a ningún niño se le permite ser
inteligente. Es pura casualidad que de vez en cuando aparezca un Buda en la
tierra, pura casualidad. De vez en cuando, alguien escapa de las garras de la
sociedad. De vez en cuando, una persona no es envenenada por la sociedad. Tiene
que deberse a un error, a un fallo de la sociedad, porque normalmente la
sociedad logra destruir tus raíces, la confianza en ti mismo. Y cuando eso
ocurre, ya no podrás confiar en nadie.
Cuando
eres incapaz de quererte a ti mismo, nunca podrás querer a nadie. Es una verdad
absoluta, sin excepciones. Solo podrás querer a otros si puedes quererte a ti
mismo. Solo quieres a los demás si eres capaz de quererte a ti mismo. Pero esto
lo condena la sociedad. Dice que es puro egoísmo, narcisismo.
Sí,
quererse a sí mismo puede llegar a ser narcisismo, pero no necesariamente. Será
narcisismo si no va más allá, si se queda confinado en uno mismo. En otro caso,
quererse a sí mismo significa el comienzo de querer a otros.
Tarde
o temprano, una persona que se quiere a sí misma empezará a desbordar de amor.
Una persona que confía en sí misma no puede desconfiar de nadie, ni siquiera de
quienes la van a engañar, ni de quienes ya la han engañado. No puede desconfiar
de ellos, porque sabe que la confianza vale más que ninguna otra cosa.
Puedes
engañar a una persona, ¿pero con qué? Puedes quitarle dinero o cualquier cosa,
pero quien conoce la belleza de la confianza no se molesta por tales
pequeñeces. Seguirá queriéndote, confiando en ti. Y entonces ocurre un milagro:
si alguien confía realmente en ti, es imposible que lo engañes, prácticamente
imposible.
Ocurre
todos los días. Siempre que te fías de alguien es imposible que te engañe, que
te defraude. Estás en un andén de ferrocarril, no conoces a la persona que está
sentada a tu lado —no la conoces de nada— y le dices: «¿Puede echar un vistazo
a mi maleta? Es que tengo que comprar un billete. Por favor, échele un
vistazo.» Y te vas. Confías en alguien que no conoces en absoluto. Pero casi
nunca te decepciona. Podría haberte decepcionado y engañado si no hubieras
confiado en él.
La
confianza encierra su magia. ¿Cómo puede engañarte alguien en quien has
confiado? ¿Cómo puede llegar tan bajo? Si te engaña, jamás se perdonará a sí
mismo.
En
la conciencia humana existe una cualidad intrínseca, de confianza mutua. A todo
el mundo le gusta que confíen en él. Supone el respeto de la otra persona, y
cuando se trata de un desconocido, aún más. No existe razón alguna para confiar
en un desconocido, y sin embargo, lo haces. Lo elevas a un pedestal tan alto,
lo valoras tanto que le resulta casi imposible caer desde tales alturas. Y si
cae, nunca podrá perdonárselo, tendrá que llevar la carga de la culpa toda la
vida.
Una
persona que confía en sí misma llega a conocer su belleza, a saber que cuanto
mayor la confianza, más brilla, más tranquila y relajada se siente, más serena
y en calma. Y es tan hermoso que empieza a confiar en más gente, ya que, cuanto
más confía, más profunda es la calma, la tranquilidad, que llega a lo más
profundo de su ser. Y cuanto más confía, más se eleva. La persona que confía
conocerá, tarde o temprano, la lógica de la confianza. Y un día confiará en lo
que no conoce.
Empezar
a confiar en sí mismo: esa es la primera lección, la lección fundamental.
Empezar a amarse a sí mismo. Si no te quieres tú, ¿quién va a quererte? Pero
recuerda, que si solo te quieres a ti mismo, será un amor muy pobre. Hillel, un gran místico judío, dice: «Si no
eres para ti mismo, ¿quién será para ti?» Y: «Si solo eres para ti mismo, ¿qué
significa do puede tener tu vida?» Una frase tremendamente importante.
Recuerda: quiérete a ti mismo, porque si no, nadie podrá quererte.
No
se puede querer a alguien que se odia a sí mismo. Y en este desdichado mundo,
casi todos se detestan y se desprecian a sí mismos. ¿Cómo puedes querer a
alguien que se autocensura? No te creerá. Si no se quiere a sí mismo, ¿cómo te
atreves tú? Si no puede quererse a sí mismo, ¿cómo puedes tú? Sospechará que se
trata de un juego, de un truco, que vas a engañarlo en nombre del amor. Actuará
con cautela, y sus sospechas envenenarán tu ser. Si quieres a una persona que
se odia a sí misma, intentas destruir el concepto que tiene de sí misma, y
nadie abandona fácilmente ese concepto, el de su identidad. Luchará contigo, te
demostrará que tiene razón y que tú te equivocas.
Eso
es lo que ocurre en todas las relaciones amorosas, en las así llamadas
relaciones amorosas. Ocurre entre esposo y esposa, entre el amante y el amado,
entre el hombre y la mujer. ¿Cómo puedes destruir el concepto que tiene el otro
de sí mismo? Es su identidad, su ego, como se conoce a sí mismo. Si se lo
quitas, no sabrá quién es. Es demasiado arriesgado; no puede renunciar a ese
concepto tan fácilmente. Te demostrará que no merece el amor, sino el odio. Y
lo mismo puede aplicarse a ti. Tú también te odias y no puedes permitir que
nadie te quiera. Cuando se aproxima alguien con una energía de amor, te
asustas, deseas huir, tienes miedo. Sabes perfectamente que no mereces amor,
sabes que solo en la superficie pareces tan bueno, tan bello, y que en el fondo
eres feo. Y si permites a esa persona que te quiera, tarde o temprano —más bien
temprano— se enterará de cómo eres realmente.
¿Cuánto
tiempo podrás fingir con una persona con quien tienes que vivir enamorado?
Puedes fingir en la calle, en un bar: sonrisas, todo sonrisas. Puedes actuar y
representar un papel magníficamente. Pero si vives con una mujer o un hombre
veinticuatro horas al día, te cansarás de sonreír sin parar. Tanta sonrisa te
cansa, porque es falsa. Es un simple ejercicio de los labios, y los labios se
cansan. ¿Cómo puedes seguir siendo encantador? Tu amargura saldrá a la
superficie. Cuando acabe la luna de miel, todo habrá acabado. Ambos conoceréis
la realidad de cada uno, la falsedad de cada uno.
Se
tiene miedo a la intimidad. La intimidad significa dejar a un lado el papel que
representas. Y tú sabes quién eres. Una basura sin valor alguno: eso te han
dicho desde el principio, tus padres, tus profesores, tus políticos, todos te
lo han dicho. Nadie te ha aceptado jamás. Nadie te ha transmitido la sensación
de ser querido y respetado, de que te necesitan, de que esta existencia te
echará en falta, que esta existencia no será lo mismo, que sin ti se abrirá un
agujero. Sin ti, este universo perderá poesía, belleza: faltará una canción,
una nota, habrá un vacío, y eso no te lo ha dicho nadie.
Y
en eso consiste mi trabajo: en destruir la desconfianza en ti mismo que te han
creado, destruir la censura que te han impuesto, despojarte de ellas y
proporcionarte la sensación de que eres amado y respetado, amado por la
existencia. Dios te ha creado porque te amaba, tanto que no pudo resistir la
tentación de crearte.
Cuando
un pintor pinta, lo hace porque ama. Vincent Van Gogh pintó continuamente el
sol, durante toda su vida, el sol que tanto amaba. En realidad, fue el sol lo
que le volvió loco. Se pasó un año entero pintando bajo el sol ardiente. Su
vida giró alrededor del sol. Y el día en que se sintió satisfecho, al haber
pintado el cuadro que siempre había querido pintar — y para llegar a eso había
pintado muchos otros, pero no se sentía satisfecho—, el día en que al fin pudo
decir: «Sí, esto es lo que quería pintar», se suicidó. Dijo: «Mi obra está
hecha. He hecho lo que tenía que hacer. Mi destino se ha cumplido, y seguir
viviendo es absurdo.»
¿Dedicó
toda la vida a un cuadro concreto? Debía de estar locamente enamorado del sol.
Lo contempló tanto tiempo que le destruyó, sus ojos, su vista, y le enloqueció.
Cuando
un poeta compone una canción es porque la ama. Dios te ha pintado, te ha
cantado, te ha bailado. ¡Dios te ama! Si la palabra Dios no significa nada para
ti, no te preocupes; llámalo existencia, el todo. La existencia te ama, porque
si no, no estarías aquí.
Relájate
en tu ser; estás arropado por el todo. Por eso, el todo sigue respirando,
latiendo en ti. En cuanto empieces a sentir el enorme respeto, amor y confianza
del todo, empezarán a crecer las raíces en tu ser. Confiarás en ti mismo. Y
solo entonces podrás confiar en mí, en tus amigos, tus hijos, tu marido, tu
mujer. Solo entonces podrás confiar en los árboles, los animales, la luna, las
estrellas. Entonces, vivirás sencillamente con confianza. Ya no se trata de
confiar en esto o en aquello; sencillamente, confiarás. Y confiar equivale a
ser religioso.
Mi
objetivo consiste en crear rebeldes y el comienzo del rebelde es confiar en sí
mismo. Si puedo ayudarte a que confíes en ti mismo, te he ayudado. No se
necesita nada más; todo lo demás sigue por sí mismo.
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